sábado, 28 de mayo de 2011

En las manos de Cristo estarás seguro.

                                                                                                    La Romana, R.D.
                                                                                                  28 de mayo de 2011

En las manos de Cristo
Por Guillermo Watts

“…a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió…”      (Juan 17:12)
El  mundo es conocido como un lugar de incertidumbres y peligros, de dificultades y tribulaciones.   El mismo Juan dijo: “...el mundo entero está bajo el maligno...”  (1ra. Juan 5:19).
Es en el mundo donde el maligno ejerce su más notable influencia, estimulando el mal, el pecado, la traición, el engaño, el abuso, las injusticias, la mentira.   Con todo el placer pecaminoso y vano que el mundo pueda ofrecer, la maldad le arropa, sobresale.     ¿Quién no ha sido víctima de alguna forma de maldad, injusticia o engaño en este mundo?
Sin embargo, en medio de este cuadro desolador, El Señor Jesucristo, en los momentos finales de su vida terrenal, expresa al Padre que ninguno de aquellos que Él dejó a su cuidado se perdió, sino que ha cuidado tierna y delicadamente a cada uno de ellos,  cuando iba a ser encarcelado: “..Si me buscáis a mí,  dejad ir a éstos; para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste,  no perdí ninguno.(Juan 18:8-9).      En otra ocasión dijo a sus discípulos: “...Cuando os envié sin bolsa,  sin alforja,  y sin calzado,  ¿os faltó algo?  Ellos dijeron: Nada.(Lucas 22:35).  Al partir de este mundo se aseguró de que aún su madre estuviera cuidada:    Después dijo al discípulo: He ahí tu madre.  Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.”     (Juan 19:27)   Así cuidó y cuida a cada uno de los suyos en particular, mirando por sus necesidades y su protección.
Un número  de personas fueron entregadas por el Padre a Cristo y esos vinimos a Él cuando y porque el Padre mismo nos trajo a Cristo, Su Palabra fue como un lazo que se envolvió en nuestro corazón al halarnos sentimos dolor, dolor por el pecado y así arrepentidos caímos arrastrados a los pies de Cristo.   Él nos tomó en sus manos para guardarnos hasta Su segunda venida.
¿Te sientes en temor?    ¿Sientes dudas por el destino de tu  alma?    No temas más, aunque andes en valle de sombra de muerte, has pasado de las manos del Padre a las de Cristo, Él es quien te guarda, no te perderás, a Él sea gloria. Amén y Amén.

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