sábado, 19 de mayo de 2012

CUIDADO CON LA GLORIA DEL MUNDO

                                                                                                                      
CUIDADO! LO QUE ES UNA GLORIA EN EL MUNDO, ES UNA CALAMIDAD PARA DIOS.
Por el Pastor: Guillermo Watts R.
Pastor de la Iglesia Misión Bautista Cristiana
La Romana, R. D.

         Lo que deseo advertir en esta ocasión es acerca de algunas cosas que son comunes en el mundo, incluso cosas que quienes la poseen en el mundo lo hacen como una gloria, deseo advertir que Dios no piensa de la misma manera.      Usted puede tener lo que usted considere un tesoro, sin embargo al darse cuenta de su real valor, con pena reconoce que no tenía nada, que todas sus ilusiones y sueños no son más que humo, un humo que se evapora rápidamente.     El mundo o para que no me mal interprete, el sistema mundanal, tiene sus valores, pero esos  valores se deshacen con la muerte o con el tiempo, estos valores son diferentes en el Reino de Dios.      Tendríamos que analizar a la luz de la Biblia si los tesoros que usted tiene, son tesoros también en el reino de Dios, no sea que usted sea hallado esforzándose en adquirir o tiene mucho de algo que vale nada ante Dios.
Lucas 16:15  “… porque lo que entre los hombres es de alta estima, abominable es delante de Dios.”
Bien hacemos en conocer cuáles son los valores en el Reino de Dios a fin de cultivarlos, adquirirlos, apreciarlos como también el Señor los aprecia.    Una gran gracia de parte de Dios a nosotros es que Él nos revela estas cosas en Su Palabra.      Podemos conocerlos, podemos buscarlos.
Algo de mucha valía en el mundo, motivo de mucha gloria para aquellos que lo poseen en gran cantidad y lo pueden lucir, es el orgullo.   ¿Qué piensa Dios del orgullo? 
(1) El orgullo no es una gloria, sino un peligro en el camino.- 
El orgullo es el pecado más antiguo en el mundo. Satanás y sus ángeles cayeron por el orgullo. No estaban satisfechos con su primer estado. De ese modo el orgullo proveyó al infierno sus primeros habitantes. 
Ezequiel 28:17  Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura; corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor. Te arrojé en tierra,…para que vieran en ti un ejemplo.”
Por naturaleza, el orgullo reside en el corazón de cada uno de nosotros. Nacemos orgullosos.   El orgullo nos hace estar satisfechos con nosotros mismos, nos hace pensar que somos lo suficientemente buenos de la manera que somos, nos hace tapar nuestros oídos ante el consejo, nos hace rechazar el evangelio de Cristo, hace que cada uno ande por su propio camino, a su manera.   Pero el orgullo no reina en ningún lugar tan poderosamente como en el corazón del joven. 
¡Cuán común es ver a los jóvenes altivos, arrogantes e intolerantes ante el consejo!  ¡Con cuánta frecuencia son groseros y descorteses con todo lo referente a ellos, al pensar que no son valorados ni honrados como ellos se merecen!   ¡Cuán a menudo no se detienen a escuchar una sugerencia de una persona de más edad!    Ellos creen que lo saben todo.   Están llenos de engaño en cuanto a su propia sabiduría.   Consideran a las personas mayores y especialmente a sus padres, estúpidas, aburridas y exasperantes.     Piensan que no necesitan enseñanza ni instrucción: que lo saben todo.   Tienen que ser independientes y hacer las cosas a su manera.      Y todo esto es orgullo. 
Tal es el ejemplo de Roboam, que menospreció el consejo de ancianos experimentados que habían estado delante de su padre, y prestó oído al consejo de los jóvenes de su generación (1 Reyes 12:1-14). El vivió para cosechar las consecuencias de su insensatez. Hay muchos como él. 
1Reyes 12:8  “Pero él abandonó el consejo que le habían dado los ancianos, y pidió consejo a los jóvenes que habían crecido con él y le servían.”
Otro así fue el hijo pródigo en la parábola, el cual pidió la porción de bienes que le correspondía y se abrió paso por sí solo.     El no podía sujetarse a vivir apaciblemente bajo el techo de su padre, sino que se iría a un lejano país y sería su propio amo.    Como el niñito que deja la mano de su mamá y camina solo, pronto hizo gala de su necedad.    Se hizo más sabio cuando tuvo que comer algarrobas con los cerdos (Lc 15:11-21).     Pero hay muchos como él.
Joven, te ruego fervientemente, cuidado con el  orgullo.   Se dice que hay dos cosas que raras veces se ven en el mundo: una es un joven humilde; y la otra, un viejo contento.    Me temo que este dicho es demasiado cierto. 
No te enorgullezcas de tus propias habilidades, de tu propia fuerza, de tu conocimiento, de tu apariencia, de tu ingenio.     No te enorgullezcas de ti mismo ni de cualquier clase de talento que poseas.   Todo esto proviene de no conocerte a ti mismo y al mundo. Mientras más viejo te pongas y más cosas veas, menos razones encontrarás para ser orgulloso.    La ignorancia y la inexperiencia son el pedestal del orgullo.   Una vez sea removido ese pedestal, el orgullo pronto se vendrá abajo.    El punto más excelente es que todas estas cosas mencionadas o que ves en ti, Dios las puso en ti soberanamente y en lugar de enorgullecerte es para que le des a Él la Gloria.
Recuerda cuan a menudo la Escritura expone ante nosotros la excelencia de un espíritu humilde.    ¡Cuan fuertemente somos advertidos a "no tener más alto concepto de nosotros mismos que el que debemos tener" ¡   (Ro 12:3).     ¡Cuán claramente se nos dice: "Si alguno se imagina que sabe algo, aun no sabe nada como debe saberlo" (1 Corintios 8:2).      Cuan estricto es el mandamiento: "Vestíos... de humildad ” (Col 3:12); y otra vez: "Revestíos de humildad ” (1 Pedro 5:5).    ¡Qué lástima, esta es una vestimenta de la cual muchos parecen tener muy poco. 
Piensa en el gran ejemplo que nuestro Señor Jesucristo nos dejó al respecto.    El lavó los pies de los discípulos y dijo: "Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis" (Juan 13:15).   No literalmente, sino tener ese espíritu humilde.     Está escrito: "Por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico" (2 Cor 8:9).    Y otra vez: "Se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo" (Fil 2:7,8).     Ciertamente, ser orgulloso es asemejarse más a el diablo y a el Adán caído, que a Cristo.    Ciertamente, ser como Cristo es lo mejor que nos puede pasar. 
Piensa en el hombre más sabio que jamás haya existido; me refiero a Salomón.    Nota como él habla de sí mismo, cómo "un joven", que no sabía "cómo entrar ni salir", o arreglárselas por sí solo y le pidió humildemente sabiduría al Señor (1 Reyes 3:7,8).     Ese era un espíritu muy diferente al de su hermano Absalón, quien se consideró a sí mismo como inigualable: "¡Quién me pusiera por juez en la tierra, para que viniesen a mí todos los que tienen pleito o negocio, que yo les haría justicia!" (2 Sam 15:4).           La humildad fue el principio de la sabiduría de Salomón.          Él lo escribe como su propia experiencia: "¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él" (Proverbios 26:12). 
Joven, graba en tu corazón las Escrituras que hemos citado.      No estés tan confiado en tus propios juicios.     Deja de estar tan seguro de que siempre estás en lo cierto y los demás están equivocados.      Desconfía de tu propia opinión cuando encuentres que esta es contraria a la de hombres mayores que tú, y especialmente a la de tus padres.     La edad proporciona experiencia y, por lo tanto, merece respecto.     Fue una señal de sabiduría en Eliú en el libro de Job, el que "había esperado a Job en la disputa, porque los otros eran más viejos que él" (Job 32:4).     Y después, dijo: "Yo soy joven, y vosotros ancianos: por tanto, he tenido miedo, y he temido declararles mi opinión. Yo decía: Los días hablarán, y la muchedumbre de años declararán sabiduría" (Job 32:6,7).       La modestia y el silencio son gracias hermosas en la gente joven.        Nunca te avergüences  de ser un aprendiz: Jesús fue un aprendiz a los doce años; cuando fue hallado en el templo, estaba "sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles" (Lucas 2:46).      Los hombres más sabios te dirán que siempre están aprendiendo, y se humillan al darse cuenta, lo poco que saben.     Joven, si quieres ser sabio, si quieres ser feliz, recuerda la advertencia que te hago: cuidado con el orgullo.
Joven, si tú has de ser sabio, si has de ser feliz, recuerda la advertencia que te doy: Guárdate del orgullo. 
(2) Otra gloria en el mundo es el placer.   Es grande aquel que puede tenerlos en abundancia.-
La juventud es el tiempo en que nuestras pasiones son más fuertes y, como un niño malcriado, gritan más fuerte pidiendo que se les dé rienda suelta.    La juventud es el tiempo de  la mejor salud y la mayor fortaleza: La muerte parece estar muy lejos, y el gozar y disfrutar de esta vida parece lo es todo.     La juventud es el tiempo en que la mayoría de la gente tiene pocas preocupaciones o ansiedades terrenales que absorban su atención. Y todas estas cosas hacen que los jóvenes piensen más que todo en el placer.
No seas como aquellos de quienes habla Pablo que son: "...amadores de los deleites más que de Dios" (2 Timoteo 3:4). 
No existe una forma más segura de cauterizar la conciencia y  tener un corazón duro e impertinente, que abrir paso a los deseos de la carne y de la mente.   
Considera lo que dice Pedro: "...os ruego...que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma" (1 Pedro 2:11).     Estos deseos destruyen la paz del alma, agotan su fuerza, la llevan  cautiva y la hacen una esclava. 

Considera una vez más las palabras de Pablo: "Vestíos...del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne" (Romanos 13:14). Joven, mi deseo es que este pueda ser el caso tuyo.   Que te vistas del Señor, un día necesitarás esa ropa para poder entrar al cielo. 
Recuerda algo muy importante, si te apegas a los placeres terrenales: debes saber que  todos estos son vacíos y vanos, y no satisfacen.     Al igual que las langostas de la visión en el libro de Apocalipsis, parecen tener coronas en sus cabezas; pero esas mismas langostas, encontrarás que tienen aguijones --aguijones reales-- en sus colas.     No todo lo que brilla es oro.    No todo lo que sabe dulce es bueno.   No es un placer verdadero todo lo que complace momentáneamente.

Ve y haz todo lo que quieras, disfruta de todos los placeres que quieras, pero tu corazón jamás quedará satisfecho con ellos.     Siempre habrá una voz en tu interior clamando como la sanguijuela en los Proverbios: "¡Dame! ¡dame!" (Pr 30:15).     Hay allí un vacío que únicamente Dios puede llenar. Encontrarás, como lo hizo Salomón por experiencia, que los placeres terrenales no son sino una vana apariencia, "vanidad y aflicción de espíritu" (Ec 2:10,11),     "sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia" (Mat 23:27).    El  más legítimo de ellos debe ser usado con moderación.   Todos ellos son destructores de almas si les entregas tu corazón.   "El placer," dice Adams, comentando acerca de Segunda de Pedro, "debe primero tener la garantía de que sea sin pecado, y entonces la medida, de que sea sin exceso." 
Ahora deseo hablarte de algo poco popular, te ruego no cambies el dial a causa de esto, sino que deseo esperes hasta escuchar el fin.  Deseo hablarte y alentarte a que te guardes del adulterio y la fornicación, y de todo tipo de impureza.

Este es el pecado que deja cicatrices más profundas en el alma que cualquier otro pecado que el hombre pueda cometer.       Este es el pecado que mata sus miles en cada época y ha derribado a no pocos de los santos de Dios en el pasado.     Sansón y David son temibles muestras de lo que digo.   Este es el pecado al cual el hombre se atreve a sonreír y que suaviza con los nombres de diversión, seguridad, travesura, desliz o  tropezón.   Pero es el pecado que Dios particularmente aborrece y el cual Èl declara que "juzgará"    Hebreos 13:4  “… porque a los inmorales y a los adúlteros los juzgará Dios.
Joven, "huye de la fornicación" (1 Corintios 6:16) si amas la vida.   "Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia" (Efesios 5:6).   Huye de las oportunidades, de la compañía de aquellos que podrían llevarte a esto, de los lugares donde podrías verte tentado.    Lee lo que nuestro Señor dice acerca de la misma en Mateo 5:28.   Sé como el justo Job: "[Haz] pacto con [tus] ojos" (Job 31:1).   Huye de hablar de la fornicación.   Es una de las cosas que no convienen ni aun nombrarse (Efesios 5:3).    Tú no puedes jugar con lodo sin ensuciarte.    Huye de pensar en ella; resiste estos pensamientos, mortifícalos, ora contra ellos, haz cualquier sacrificio antes que ceder.  La imaginación es el huerto donde con frecuencia crece este pecado.   Guarda tus pensamientos y poco habrá que temer en cuanto a tus acciones. 
Considera el consejo que te he estado ofreciendo. Si olvidas todos los demás, no olvides este. 
Para que estas palabras puedan aprovechar a tu corazón debes reflexionar, sé que difícilmente un joven tome tiempo para reflexionar, sin embargo me arriesgaré:

La falta de reflexión es una razón simple de por qué miles de almas se pierden para siempre. Los hombres no consideran, no miran hacia el futuro, no observan a su alrededor, no meditan en el fin de su camino, ni en las desagradables consecuencias de su andar presente; y al fin despiertan para ver que están condenados por falta de reflexión. 
Todo aquel que aborrece el esfuerzo de pensar quieta y sobriamente, tomará malas decisiones y terminará lamentándose.   El joven Esaú tenía necesariamente que obtener el guiso de su hermano y vender su primogenitura: él nunca pensó cuanto iba a anhelarla un día.
"No pienses", susurra Satanás.  "Meditad bien sobre vuestros caminos", dice la Palabra de Dios;  detente y piensa un momento en tu alma.     Así como los hombres se casan de prisa y luego se arrepienten,   así ellos cometen errores en cuanto a sus almas en un minuto, y después lo sufren durante años.    Así como un siervo malo comete un error y luego dice: "No lo pensé", así corren los jóvenes hacia el pecado y luego dicen: "No lo pensé, no parecía que fuera pecado." ¡No parecía pecado!  El pecado  no viene a ti diciendo: "Yo soy pecado";  si así fuera, pocas victimas atraparía.   El pecado siempre parece ser "bueno, agradable y codiciable" al momento de cometerlo.  Recuerda las palabras de Salomón: "Examina la senda de tus pies, y todos tus caminos sean rectos" (Proverbios 4:26).   
¡Oh, joven, aprende a ser reflexivo!   Aprende a considerar lo que estás haciendo y adonde te diriges.   Saca tiempo para reflexionar con calma. Ten comunión con tu propio corazón.   Recuerden mi advertencia: No te pierdas por la mera  falta de reflexión. 
Considera las cosas que te digo, y que el Señor bendiga con ellas tu alma.     Sobre todas las cosas prioriza el cuidado de tu alma, valórala porque es eterna, nada la daña, sino solo el pecado,  nada la hace miserable sino el pecado.  Piensa, aunque el orgullo sea una gloria en el mundo, el placer pecaminoso supuestamente el disfrute de él, El Señor es más sabio y es verdadero, nunca te engañará, nunca te mentira, nunca dejará de buscar lo  mejor para ti, nunca dejará de decirte lo que de verdad  conviene a tu alma.   Mira por un momento su Palabra y    El Señor te dé entendimiento en todo y te conduzca al Señor Jesucristo.




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